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¿Se embobó la patria?

…todas sus instituciones, se han convertido al nivel local, regional y nacional, en un escenario de pavorosos negociados y componendas orientadas a enriquecer a unos pocos, en su exclusivo beneficio. Cada partido tradicional, cada fracción, se ha convertido en una empresa personal con ánimo de lucro

Por Alberto Morales Gutiérrez

Encontré en uno de esos magníficos cuadernillos de la cooperativa financiera Confiar un texto de Indalecio Liévano Aguirre que, bajo el título de “en la patria boba”, hace una disección de ese período comprendido entre 1810 y 1816 que marcó por siempre a la historia de nuestro país. Destaca que el visible contraste entre la destreza de la que dieron muestra los notables de la época, cuando se trató de utilizar el gobierno para “sus propios y egoístas fines y la lamentable ceguera e insensibilidad que los distinguió en todos sus momentos en que se requería una auténtica comprensión de las necesidades de nuestro pueblo”, fue el origen de su rápido desprestigio y la causa de esa atmósfera de mediocridad, que le imprimieron de manera indeleble a su época. Se trata de una reflexión extraída de su libro emblemático “Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia”.

Han transcurrido ya 210 años desde esos tiempos y no es difícil observar con horror que el uso del gobierno en su propio beneficio es una práctica ya “institucionalizada” por nuestra clase política y que el país entero, todas sus instituciones, se han convertido al nivel local, regional y nacional, en un escenario de pavorosos negociados y componendas orientadas a enriquecer a unos pocos, en su exclusivo beneficio. Cada partido tradicional, cada fracción, se ha convertido en una empresa personal con ánimo de lucro.

Y entonces, en estas elecciones y en las que se han presentado a lo largo de los dos últimos siglos, afloran de manera más contundente las múltiples formas que se han ideado para mantener de manera incólume ese estado de cosas, para eternizarlas, para naturalizarlas.

Formas que van desde el envilecimiento del elector, corrompiéndole, poniéndole precio a su voto, pasando por las trampas más vergonzosas en los escrutinios, hasta la construcción de unas narrativas que se difunden, amplían y se expanden a través de grandes medios y aparatos de comunicación, en las que se persuade a amplios sectores de la población de que ha llegado, ahora si, la hora del cambio.

“Gatopardismo” exacerbado que les permite, cuatrienio tras cuatrienio, clamar porque   todo cambie, para que nada cambie.

La semana pasada, en medio de un trancón monumental, un taxista, en Bogotá, me soltó una retahíla que he leído en columnas de opinión, en programas de radio y televisión, en titulares de revistas y periódicos y que el pobre hombre asimiló sin discusión: Que la situación estaba muy grave, señor, porque en este país la democracia está amenazada. Que no podemos permitir que nos transformen en otra Venezuela, que se instale aquí una dictadura que acabe con todo…

Hablamos sobre el costo de la vida y los precios exorbitantes de la carne, hablamos sobre la corrupción, los setenta mil millones birlados ante los ojos de todos en la administración de la señora Abudinen, hicimos un recorrido por los horrores de la corrupción que él, oyente de la radio, me dijo conocer. Nos referimos a la justicia y los carteles de la toga, me enriqueció con anécdotas el axioma según el cual “la ley es para los de ruana”; hablamos del drama del desempleo y cómo lo sufren muchos de sus parientes más cercanos. No cedió un milímetro en mi comentario sobre la violencia policial en el paro, porque según él, la policía está defendiendo la democracia, pero reconoció en lo fundamental, la mayoría de los desafueros que se fueron incorporando a la conversación. Reconoció incluso la incapacidad inocultable del presidente Duque, pero lo definió como un demócrata.

Cuando me despedí, fue como si no hubiésemos conversado nada. Me dijo que ojalá en estas elecciones la gente piense bien por quién va a votar, para que no nos transformen en otra Venezuela.

¿Qué explica este grado de enajenación? ¿Esta incapacidad absoluta de hacer una reflexión, una lectura mediana sobre la miseria que nos rodea? ¿Esa ceguera para ubicar a los responsables de nuestra tragedia?  

Nietzsche se hacía más o menos la misma pregunta por allá, por 1887 y se respondía a sí mismo: “Estamos en la época de las masas; las masas se prosternan ante todo lo que se les presenta en masa, en política como en cualquier terreno. Un hombre de Estado que les eleva una nueva torre de Babel, un monstruo cualquiera de imperio y de poder, se llama “grande” entre ellos”.

Ello explica esa obsesión tan evidente hoy, por controlar los medios masivos de comunicación, tanto como los artilugios que han creado para que el pensamiento sea mutilado, para que la reflexión desaparezca, para que no se dicten cátedras de historia en los colegios, y para que la simplicidad se imponga. No tengo dudas: lo más revolucionario hoy, es atreverse a pensar.

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5 respuestas a «¿Se embobó la patria?»

Pienso que el Presidente Duque ha sido muy buen Presidente, desafortunadísimo lo que pasó con la Señora Abudinem pero no podemos ignorar todos los avances y logros que hemos tenido durante la Administración Duque.

La verdad no entiendo bien la columna, por quien debemos votar pues? Quien es el menos malo?

Muchas gracias por leer Luz Marina. La columna no invita a votar por nadie en particular, convoca a ejercer un pensamiento crítico…

Alberto, he leído tu artículo con detenimiento y en parte estamos de acuerdo, pero además, estoy seguro, que tu taxista también lo está.
Veamos: Tiene que ser bobo o uno de nuestros políticos corruptos, quien no vea que nuestro sistema es absolutamente ineficaz, generador de diferencias sociales absurdas, de corrupción rampante, de injusticias que claman al cielo, etc, etc. Pero, debemos reconocer que al menos, aún, podemos pensar, podemos opinar, si no lo hacemos, es porque somos unos estúpidos, de la misma familia de los abstencionistas, quienes no votan porque, disque “detestan la política”. Pero lo que no hemos aprovechado es eso, que aún somos libres y solo en este ambiente se puede pensar, opinar, proponer y tratar de salir de este absurdo hueco en el que nos encontramos; cuando caigamos en las manos de la izquierda populista recalcitrante, este será uno de tus últimos artículos de opinión, a no ser que seas parte de ese régimen, de ser así, esta será, ciertamente, mi última opinión libre. En resumen, tu taxista está de acuerdo contigo, conmigo, en que el sistema actual NO SIRVE, pero, entiende que es peor caer en la tiranía de izquierda, sin querer decir con esto, que lo opuesto es seguir con lo que tenemos. Tiene que haber, tenemos que crear, si es necesario, una tercera opción. Aprovechemos la que quizá sea nuestra última oportunidad de pensar para ver qué puede hacerse, dentro de la libertad, por esta absurda sociedad que hemos hecho. Porque de lo que sí estoy seguro, es que con la opción de izquierda las cosas cambian, ¿no cambiaron radicalmente Cuba, Venezuela, Argentina, Nicaragua? Esos sí son cambios!.
No olvidemos una de las leyes de Murphy “No hay situación por mala que sea, que no sea susceptible de empeorar”.

Gracias por tu atención.

Gracias por leer Gustavo. Es importante mantener una actitud permanente de reflexión y “no tragar entero”. Agudizar el pensamiento crítico. Eso contribuirá a salvarnos.

Hola Gustavo. Llegué tardíamente a tu comentario. Muchas gracias por leer. Creo que el esfuerzo conjunto que hay que hacer, en lo que debemos pensar todos, es en encontrar las maneras de la construcción de equidad y de justicia.

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