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Al Alberto

¿Se nos dañó la opinadera?…

Las redes sociales se han convertido en el gran canal por donde transita la sinrazón. Hay mucha gente que ya no quiere prestar atención al uso de la argumentación, porque se ha instalado a vivir en el epíteto.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Fue tal vez en el año 2002 que el filósofo español Fernando Savater dictó aquí en Medellín unas charlas memorables. Relató, en una de ellas, la historia de la discusión muy vehemente entre un pensador estoico y su interlocutor, que le llevaba la contraria. Hubo un momento -dijo- en que el opositor agarró un palo y le pegó al filósofo en la cabeza. La respuesta del estoico, según relata Savater, es de antología: “pega, pero escucha”.

Escuchar es un aspecto nodal para dirimir las diferencias. Savater insiste: “Mientras escuches, mientras sigas al menos escuchando lo que te están diciendo, todavía hay esperanza”

Si el interlocutor no escucha (y es eso lo que está ocurriendo en nuestro país y en el mundo a propósito de las maneras diferentes de pensar) lo que está diciendo es que no le importa lo que el otro dice, que ha decidido seguir pensando lo que quiere, que no está dispuesto a acatar lo que Savater denomina “el tribunal de la razón”.

Con una gran didáctica, el filósofo español explica que “la opinión no es un castillo en el que yo me encierro y tiro la llave al mar”. Zanjar cualquier diferencia con el San Benito de yo tengo mi opinión y tu tienes la tuya, por lo que no hay nada de qué más hablar, es asumir que “la opinión forma parte de uno como la nariz o como los ojos y por lo tanto uno no se la puede quitar”. Se trata – reitera- de una idea que no solo es absurda sino peligrosa. Esa idea es carne de cultivo para el fanático y para la construcción de su “verdad”.

Las redes sociales se han convertido en el gran canal por donde transita la sinrazón. Hay mucha gente que ya no quiere prestar atención al uso de la argumentación, porque se ha instalado a vivir en el epíteto. Hace usted una critica sobre el señor Daniel Quintero, refiere sus mañas, entrega datos sobre su desgobierno y entonces te abofetean con un estigma: “¡Uribista!” y nada más. Ellos asumen que te dejan listo: te “peinaron”, te acallaron, te dejaron sin palabras. Se frotan las manos y buscan a quién más hay que acallar. Porque en ese ejercicio de la sin razón, todo aquel que tenga una opinión contraria sobre esta administración, hace parte de las filas del señor Uribe, lo que, desde luego, está lejos de ser cierto. Hay quienes miramos con horror la historia y acciones nefastas de la era Uribe y, también, miramos con horror el carácter depredador del señor Quintero. 

Es preocupante descubrir en las filas de todos los partidos unas hordas de fanáticos dedicados de manera exclusiva a moler a palos de trinos a los contrincantes. Las barras petristas son patéticas.

Savater afirmaba hace ya veinte años en la conferencia aludida, que hay en nuestro tiempo una cierta conspiración contra la razón, contra el ejercicio de razonar.

Su alegato al respecto es inteligente y divertido. Expresa que no se trata de instalarse en el altar de la razón como un fenómeno total, pues “no hay nada más irracional que la razón que se cree omnipotente”. Parte del ejercicio sano de la razón es tener una total claridad sobre los límites de la razón misma. De hecho -concluye- es lo mismo que creer en la digestión “es creer en el hecho de que la digestión no puede digerirlo todo, pues si uno lo que se come es una piedra, no la digiere”

Los límites de la digestión parafrasean los límites de la razón.

En medio de esta debacle de sectarismos, de cegueras, Savater convoca a pensar en lo que denomina “el nivel de lo razonable”. Explica que lo razonable no es exactamente lo mismo que lo racional. “lo razonable es el nivel de la razón con que comprendemos a los sujetos, y no solamente a los objetos. Quien no es medianamente razonable tiene – dice Savater- una razón ilimitada o mutilada.

Mire usted que el pensamiento si contribuye a intentar otras miradas. Podemos atrevernos, para que la “opinadera” no se nos dañe…

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9 respuestas a «¿Se nos dañó la opinadera?…»

Hola John, buenos días. Te escucho. ¡jmmm me peinaste! No John, no milito en el Fajardismo… gracias por leer.

Hombre Alberto tan atinado tú. Me recordaste, una época, más un texto de Borges sobre el dialogo. “Yo he tratado de pensar al conversar, que es indiferente que yo tenga la razón o tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde que nombre es lo de menos.” Será que como a Don Alonso Quijano se nos fue la mano cavilando…

Hombre Alberto tan atinado tú. Me recordaste, una época, más un texto de Borges sobre el dialogo. “Yo he tratado de pensar al conversar, que es indiferente que yo tenga la razón o tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde que nombre es lo de menos.” Será que como a Don Alonso Quijano se nos fue la mano cavilando…

Hola Camilo. Gran aporte: lo importante es llegar a una conclusión… gracias por leer

Alberto, que vaina, así es. No nos escuchamos y zanjamos las discusiones con tú eres tú y yo soy yo. Así no es. Pero habrá mucho que insistir para aprender a escuchar y nos falta mucho por leer y oír para tener argumentos. Me encantó tu columna de hoy. Y lo de personalizar el envío me gustó más. Un abrazo

Es muy cierto, uno les dice que le tocó vivir la época de los más atroces crímenes del M19 y sus asesinos,sicópatas militantes, lo mismo que los actos terroristas, violaciones, secuestros, extorsiones, narcotráfico etc de los guerrilleros y no creen porque prefieren creer en palabras y promesas sin respaldo del conocimiento.

Gracias por leer Omar. Cada quien, instalado en su verdad, hace todo lo posible por no escuchar al otro. Qué drama tan grave.

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