Esa gentuza en el poder asume que nunca nada va a cambiar y que ellos, y los que los antecedieron y los que quieren que los sucedan, van a quedarse eternamente disfrutando las mieles de sus excesos.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Cada día que pasa se reafirma la idea dolorosa de que, el nuestro, es un país fallido. Hay saña, impudicia, salvajismo, en la manera como la corrupción en el poder se ha dedicado de manera persistente a lucrarse y a lucrar a los poseedores del gran capital, borrando de paso cualquier vestigio de democracia.
La estrategia de los protagonistas de esta gran charada nacional, es poner a la opinión pública a mirar a todos los lados, menos hacia ellos: Inventar enemigos externos, conspiraciones, distractores, y orquestar una colosal operación de propaganda que pinta torpemente a un país de fantasía. No hay matices ni aspectos dejados al azar en esta máquina de engaño. Una de las últimas “gracias” para modificar la realidad es la de proscribir la palabra masacre y cambiarla por “homicidios colectivos”. Parece un mal chiste. Desde tiempos inmemoriales, quienes abusan del poder sueñan con cambiar la historia de un tajo.
La verdad es que este es un país destrozado, un país que ha sufrido en los últimos años 4.210 masacres, cuya violencia arroja un saldo de más de 280.000 muertes y una suma que rebasa los 7 millones de desplazados. Es aterrador y nos lo quieren hacer ver como un hecho normal, porque vivimos en uno de los países más “felices”. Es absurdo. Somos los más violentos, los más corruptos del planeta y transitamos por las calles con la idea falsa de que aquí no está pasando nada.
Esa gentuza en el poder asume que nunca nada va a cambiar y que ellos, y los que los antecedieron y los que quieren que los sucedan, van a quedarse eternamente disfrutando las mieles de sus excesos.
Son incapaces de entender nada, como no entendieron nada los Tiburcio Arias, los Somozas, Strossner, Velasco Alvarado, Bordaberry, Pérez Jiménez, Karimov, Aliev, Kagame, Obiang, Trujillo, Bignone, Pinochet, Franco, Noriega, Viola, Galtieri, Banzer, Fujimori, Duvalier, para no citar sino unos pocos. No entendieron el carácter efímero del poder, el carácter efímero de la vida misma.
Todos fueron “salvadores”, “probos”, “patriotas”, “ciudadanos ejemplares” y todos recurrieron al más variado tipo de artimañas para eternizarse. Francoise Duvalier en Haití organizó al VSN (Voluntarios de la Seguridad Nacional) que evolucionaron a convertirse en los temidos Tomtons Macoutes que sembraron el terror en ese pequeño país. Los mismos Tontons que, al lado de los paramilitares colombianos, parecen inofensivos.
El crimen campea libre y feliz por todas las esferas. Se roban los puentes, las carreteras, los hospitales, las medicinas, las ayudas internacionales. Regalan una suma de dinero exorbitante a una aerolínea que nada tiene que ver con nuestro país y sonríen impávidos, legislan en contra de los empleados, los maestros, los obreros y de los campesinos, rellenan las arcas de los bancos, negocian las ciudades y los servicios públicos, parcelan los territorios y establecen fronteras para delimitar las áreas de su gestión criminal, se disfrazan de alternativos, pactan, le venden el alma al diablo y están absolutamente convencidos de que su engaño ilimitado será creído siempre.
Francoise Duvalier murió de un coma diabético en 1971 y lo enterraron con toda la pompa. Lo sucedió su hijo, con apenas 19 años, quien gobernó hasta el año de 1986, cuando fue derrocado. Al igual que todos ellos, creyó que su goce sería eterno. En ese feliz 1986, las multitudes enardecidas marcharon hasta la tumba de Francoise Duvalier, sacaron lo que quedaba de su cadáver y lo apalearon sin cansancio hasta hacerlo desaparecer.
Tal vez es Juan Manuel Roca quien mejor expresa esta lección aún no entendida por ellos:
“Un disparo más, dirá el vecindario,
Un disparo más en las eternas guerras
Del olvido. La vida, esa feroz bancarrota.”
2 respuestas a «Tontons Macoute»
Asesinatos colectivos hacen mas profunda la herida del crimen.
Gracias Cata por leer.