Trump es, en carne viva, todo lo que los Estados Unidos representan. No tendrían por qué sorprenderse con la turbamulta que ingresó al edificio del congreso. Es lo que ellos han venido practicando casi desde su surgimiento como nación. Están equivocados con sus lloriqueos esperanzadores. Ya no hay manera posible de evitar su desastre.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Lo que verdaderamente debería sorprendernos de las imágenes de las multitudes tomándose por asalto al edificio del Congreso de los Estados Unidos, mientras eran aupadas por SU presidente en ejercicio; lo que debería sorprendernos -digo – es que haya titulares angustiosos, indignados, sorpresas, voces de espanto, incredulidad, entre la mayoría inmensa de sus periodistas, sus políticos, sus intelectuales, sus analistas, sus empresarios, sus banqueros, sus generales, sus patriarcas; que han decidido instalarse en el vergonzoso plan de espectadores horrorizados, cuando, por el contrario, han sido todos ellos quienes fueron construyendo, paso a paso, este grotesco y decidido símbolo de su propia decadencia.
Invirtieron por décadas millones y millones de dólares en la mas colosal operación de propaganda que se haya conocido, para venderle al mundo entero la idea de que su modelo de libre mercado era el único sistema económico viable; que el progreso (¿?) y el bienestar (¿?) alcanzados deberían tranquilizarnos de una vez y para siempre, porque habíamos llegado al fin de la historia. Y lo consiguieron, además, creando universalmente “una atmósfera general de miedo, de conformidad ultranacionalista, inseguridad y desesperanza, que convierte la simple idea de cambiar el mundo, en una inútil fantasía” (GRAEBER. 2014)
La defensa de la democracia se convirtió en su grito de combate y al amparo de este slogan, invadieron, asesinaron, abusaron de la fuerza, atropellaron a diestra y siniestra, con la creencia absurda de que jamás habría consecuencias.
Ese american life, esa promesa del paraíso aquí en la tierra, empezó a hacer agua. La vida económica y existencial de su propia ciudadanía, empezó a deteriorarse gravemente, mientras las élites, que hoy se horrorizan, concentraban en ellas todos los beneficios de la voracidad neoliberal.
Los problemas de sobrevivencia, la falta de oportunidades, la pobreza real, objetiva, ya no era exclusiva de los negros y los inmigrantes. Centenares de miles y miles de hombres blancos, de mujeres blancas, de familias blancas, a lo largo y ancho de ese país, empezaron a rumiar su miseria galopante.
Esas fábricas descomunales de los inicios del siglo XX, las del acero y la industria automotriz, las fábricas que construían máquinas poderosas, y alrededor de las cuales progresaban pueblos enteros, se convirtieron en monstruosos edificios abandonados y pueblos arruinados, pues su decisión como país fue apostarle a la especulación del capital financiero y al montaje de la infraestructura empresarial por fuera de sus fronteras.
Michel Moore, el documentalista y crítico estadounidense, uno de los pocos que avizoró hace cuatro años el irremediable triunfo de Trump y el significado de esa debacle, describía el estado físico de las viviendas de la zona que abarca desde la ciudad de Green Bay en Wisconsin hasta Pittsburg en Pensilvania, como un paisaje espectral de ventanas rotas y puertas derruidas, de chimeneas esparcidas en los patios llenos de basura, que eran observados por los rostros desencajados de “lo que antes llamábamos clase media. Trabajadores (y no trabajadores) amargados y enfadados…”
Noam Chomsky se quedó corto al hacer el balance de los desafueros de la influencia de los republicanos en las practicas non santas que identifican el accionar de los Estados Unidos por toda la extensión del mundo conocido; su responsabilidad en los desastres del cambio climático, sus atropellos y tropelías. No son los republicanos solamente, los Estados Unidos son realmente “la organización más peligrosa del planeta”
Trump es la vívida imagen del Tio Sam. Un anciano rubio, inculto, altanero, voraz y prepotente, que mira al resto del mundo desde su altura imperial. Un patán que se pavonea amenazante con un bate de béisbol nuclear en las manos y que, en medio de su delirio, cree que la impunidad lo acompaña porque él es el bueno y el resto del universo una escoria que debe rendirse a sus pies.
Trump es, en carne viva, todo lo que los Estados Unidos representan. No tendrían por qué sorprenderse con la turbamulta que ingresó al edificio del congreso. Es lo que ellos han venido practicando casi desde su surgimiento como nación. Están equivocados con sus lloriqueos esperanzadores. Ya no hay manera posible de evitar su desastre.
4 respuestas a «Trump: Made in USA absolutely»
Excelente semblanza y muy cierta la correlación entre Trump y el Tío Sam.
Esperemos que si sea posible encontrar un camino, no sólo para los Estados Unidos, sino para el resto de la humanidad.
Hola Carlos. Gracias por leer. Siempre es posible encontrar un nuevo camino.
Tremenda columna de opinión. Hace poco leí la de William Ospina que se titula “Protejan a Trump”, la cual es un desacierto, ya que en este texto el escritor colombiano considera a Donald Trump un personaje venido a menos y que no debe ser juzgado por sus crímenes. Fuera de eso el autor de “Ursúa” cree que las invasiones gringas han sido buenas, es decir, le han servido a la humanidad. Que haya una cultura en EE.UU. para resaltar sí, pero el aventurerismo de la potencia yanqui no se puede justificar. Gracias Alberto Morales por este escrito.
Wilmar hola. Gracias por leer.