Y entonces, con el lenguaje del ejemplo, con una didáctica impecable, con testimonios contundentes, con cifras serias, se empieza a esclarecer que toda esta historia de violencia aterradora que el país ha sufrido con particular sevicia a lo largo de los últimos cincuenta años, ya no puede asumirse, nunca debió asumirse, en la lógica de que hay dos bandos: el de los buenos y el de los malos,
Por Alberto Morales Gutiérrez
Víctor Gaviria ha logrado convertir el Festival de cine de Jardín en un foro inteligente en donde a través del cine -claro – pero también de la palabra, de la invitación a expertos, de intelectuales y de testigos excepcionales, se abordan los grandes temas de la sociedad contemporánea.
En la versión de este año, la sexta, el tema son los campesinos, a quienes define como el corazón de la paz.
Documentales y películas nutren de imágenes, desgarradoras la mayoría de ellas, los relatos sobre la exclusión, la injusticia, el desinterés estatal, la lucha desigual contra los grandes poderes e intereses que han mangoneado a este país como les viene en gana. Pero se observa también la entereza, la sabiduría, el coraje, la capacidad de estos héroes estigmatizados desde todos los flancos y cuya importancia y trascendencia pareciera ser desconocida por la mayoría del país.
Emociona observar como esa presencia en las proyecciones de los documentales y películas, se repite entusiasta en los conversatorios y charlas que nutren el programa del evento.
Y entonces, con el lenguaje del ejemplo, con una didáctica impecable, con testimonios contundentes, con cifras serias, se empieza a esclarecer que toda esta historia de violencia aterradora que el país ha sufrido con particular sevicia a lo largo de los últimos cincuenta años, ya no puede asumirse, nunca debió asumirse, en la lógica de que hay dos bandos: el de los buenos y el de los malos, en la lógica monocromática del blanco y negro. No. Se trata de un oscuro entramado que se remonta a muchos años antes y que está lleno de matices, de errores estratégicos, de decisiones inconcebibles y de intereses complejos que desencadenaron no solo las alianzas más absurdas, sino una trama y una urdimbre en la que confluyen grandes empresarios, terratenientes, el estado, los militares, los narcotraficantes, los paramilitares y una variopinta suma de actores macabros unos, insensibles otros, insaciables todos, que han tejido la tragedia nacional.
La hipótesis de que la subversión insurgente, sin proponérselo, resultó funcional a los intereses de quienes frustraron la reforma agraria plasmada en la ley 135 de 1961, de manera tal que les permitió la construcción de la teoría del enemigo interno y, a través de ella, birlarles todos los derechos a los campesinos, resulta por lo menos, sorprendente.
Charlas y proyecciones que nos permitieron el descubrimiento de lo que significa la naturaleza última del ser campesino, aquello que lo convierte en un ser de paz. La hermosa y vivencial relación que él tiene con la naturaleza, el concepto que subyace en la siembra y la producción del alimento, la manera como el paisaje natural conmueve el alma, los relatos de la paz interior y el imperativo de tenerla para poder construir paz colectiva. Nos conmocionamos de verdad. No imaginamos la paz interior en ninguno de los que vocifera “¡plomo es lo que hay!”
Escuchar las voces de los campesinos, descubrir en los documentales la dimensión de sus luchas, entender la barbarie de esa descalificación de sus vidas, esas definiciones absurdas que se hacen de sus existencias; resultó lo más parecido a una catarsis, a un sentimiento de entender, por fin, lo que ellos representan para nuestras vidas, para nuestros paisajes, para la paz y para la libertad.
Quedó esclarecida en su real dimensión, esa manera absurda, salvaje, como el modelo neoliberal entiende el campo y la vida campesina. Los estragos de la producción agrícola industrial, el efecto devastador de los agroquímicos y la biotecnología, contrario a la manera como la naturaleza es tratada por los campesinos, la manera como rotan los cultivos, como la tierra misma y los ecosistemas dialogan y perviven, para la construcción permanente del círculo virtuoso de la vida.
La idea de acallarnos, de impedirnos levantar la voz, que es lo mismo que destruir nuestra dignidad, no será posible. Hubo en esta sexta versión del Festival de cine de Jardín, como una explosión de optimismo. No, el pensamiento no ha sido derrotado. La conspiración, con todo su poder, su fuerza bárbara, sus estragos, no ha logrado derrotar la esperanza. No lo va a lograr.
7 respuestas a «Un Jardín que agita el pensamiento»
Buenísima tu columna de hoy. Que dura realidad, pero lo es y Victor siempre ha tenido mi admiración
Gracias María Victoria. VICTOR es un ser humano extraordinario!
Excelente columna. Con tristeza hay que reconocer que el arte nos ayuda a develar las atrocidades cometidas en nuestra historia en la relación urbano-rural. Sin embargo, hoy el gobierno departamental insiste en contribuir a esta historia de manera trágica, abriendo las puertas a la explotación minera con el proyecto Quebradona sin licencia de la ANLA. Seguimos estando graves, muy graves cuando a la vida se impone la muerte de forma tan contundente y descadarada.
Gracias Marta Eugenia por leer. Tienes razón, el arte es revelador, siempre.
Muy importante reflexión sobre el CAMPESINO. Un ser sencillo, alegre, comprometido con el MEDIO AMBIENTE, con la seguridad alimentaria de todos los seres vivos. La deuda histórica con el CAMPESINO, no se puede seguir viviendo, esto es una injusticia.
Tienes toda la razón Blanca. Regresé de ese evento totalmente conmocionado. Reconocí mis propios prejuicios. Gracias por leer
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