¿Qué vida? ¿Una vida mística, supersticiosa, una vida vegetativa, contemplativa, inútil? No. ¡La vida como método de conocimiento!
Es la vida activa y transformadora, la vida rebelde, la vida pensada, la vida compartida; la vida que es capaz de imaginarse integrada de manera trascendental al cosmos y entiende que es una vida que hace parte de otras vidas; esa vida que admite la diferencia y que, cuando mira alrededor, tiene la poderosa capacidad de pensar en términos de “nosotros”
Por Alberto Morales Gutiérrez
Alguien que se autodefine como “profesional del derecho” propuso, a través de una red social, que él está dispuesto a acompañar en todo lo que necesite, al expolicía que, el pasado 20 de febrero, disparó en un restaurante de Bogotá contra dos atracadores, quienes terminaron muertos. El “profesional del derecho” aplaudió la acción del comensal y definió a los atracadores como “dos ratas” de esas con las que “hay que acabar”.
Hace apenas tres meses, en Medellín, una agente de tránsito fue brutalmente golpeada por dos matones, quienes la acusaron de “meterse con el que no debía”. Todo apunta a que ese con quien no debía meterse, era su superior jerárquico, que ella había denunciado por acoso sexual y laboral. Tanto los matones como quien les ordenó golpear a la agente, piensan que no hay nada más persuasivo que el argumento de la fuerza.
El señor Bukele es aplaudido por muy amplios sectores de la población salvadoreña, quienes piensan lo mismo que él sobre la manera como hay que solucionar los problemas. De hecho, crece también la aceptación de su imagen en América Latina, aplaudida por los partidos y organizaciones de la derecha recalcitrante. Esas ovaciones a la solución de la fuerza; esa excitación que generan las imágenes de millares de maras rapados, atados y con la cabeza abajo; esa adopción de su “teología de la mano dura”, le permiten incluso burlarse de sus críticos cuando se autodefine como “el dictador más cool del mundo mundial”. ¡Hay un nuevo héroe en el Olimpo de los dioses de la fuerza!
Instalado en las mentes de sus electores como el gran salvadoreño (ya hemos escuchado de esas narrativas por estas tierras), es probable que acumule cuerda para varios años. Acaba de iniciar su segundo período presidencial. Lo veremos dedicado a predicar allá y en donde lo quieran escuchar, que las cosas hay que hacerlas a la brava, garrote en mano, sin respetar pinta, a culatazo limpio, sin los estorbos de la ley, sin carretas de derechos humanos; con “hombría”.
No se trata de una idea nueva, desde luego. Existe desde tiempos inmemoriales, tal vez desde el descubrimiento del primer garrote antes del paleolítico. En las cátedras jurídicas se habla del “argumento ad baculum”, una falacia según la cual “la fuerza hace el derecho”, queriendo sustentar que es válido un argumento que se basa en la garra, en la amenaza, en el abuso de una posición de poder.
Los estudiosos del tema han incorporado al “miedo” como una variable más de ese garrote al que se alude con la expresión “ad baculum”. Y usted bien sabe que de inyectar miedo, sí que han aprendido por estos lados.
Una de las maneras más burdas de sustentar las soluciones de la violencia y la dialéctica del garrote, es declarar que “somos violentos por naturaleza”. En las redes sociales (que se han encargado de envilecer el lenguaje a niveles inimaginables) es común que se difundan videos de palizas descomunales que “la ciudadanía” les propina a los truhanes callejeros, y arguyen que esa víctimas han sido “acariciadas” (¿?¡!) por “la gente de bien”.
Pero no. La verdad es que la violencia no hace parte de la esencia de los seres humanos; tampoco “es un elemento constitutivo de ciertas personas, géneros, grupos, sectores etarios o espacios”. La socióloga de la Universidad Autónoma de México, Marcela Meneses explica que la violencia, en tanto acción social, es producida y reproducida colectivamente en los hogares, en los barrios, en las calles, en los medios de comunicación, en los discursos políticos y religiosos, en la publicidad. El tema de la fuerza, de ganar a cualquier precio, de triunfar cueste lo que cueste, de derrotar, de vencer, de aniquilar, ya hace parte de la vida diaria.
La doctora Meneses ha desarrollado la teoría del “legítimo victimario”, para sustentar el entramado de narrativas y “sentidos que construyen y atribuyen al ejercicio de la violencia, para asegurar su propia existencia”. El argumento de la “defensa propia” inunda todo el discurso cotidiano. La lógica argumental sería que mi violencia es legítima porque si no la ejerzo, serán los otros la que la ejerzan sobre mí.
Ya casi nadie piensa en nada distinto a la violencia para resolver un conflicto. Argumentar sin un garrote en la mano, es un signo de debilidad y “los débiles siempre pierden”.
El problema es bastante grave en tanto el predicamento de “mi revolver es más largo que el tuyo” (como reza el título de la novela de Alberto Duque) se ha instalado de una manera dramática en la mente de amplios sectores de la población.
Ocurre, según Meneses, que la violencia es “una acción social con sentido”, lo que significa que está imbuida de significados, códigos, normas y, sobre todo, creencias que son socialmente compartidas. Tal construcción mental se asume como un argumento racional, inteligente. El garrote, la fuerza, la limpieza social, la cacería de las ratas, es una “práctica del pragmatismo”. Pura razón pura como diría el viejo Sócrates.
En el mundo de hoy abundan los manuales sobre la solución de conflictos, los discursos sobre la paz, los instructivos sobre la no violencia. Pero creo que tenemos que avanzar más en el ejercicio del pensamiento y en el reencuentro con la naturaleza humana, tan embolatada hoy.
Reflexioné hace algunos años sobre un texto de Ortega y Gasset: El tema de nuestro tiempo (Ediciones Revista de Occidente. Madrid 1966) en el que hace una apuesta por la vida y convoca a someter la razón a la vitalidad.
¿Qué vida? ¿Una vida mística, supersticiosa, una vida vegetativa, contemplativa, inútil? No. ¡La vida como método de conocimiento!
Es la vida activa y transformadora, la vida rebelde, la vida pensada, la vida compartida; la vida que es capaz de imaginarse integrada de manera trascendental al cosmos y entiende que es una vida que hace parte de otras vidas; esa vida que admite la diferencia y que, cuando mira alrededor, tiene la poderosa capacidad de pensar en términos de “nosotros”
¿Hay una vida bien vivida en el consumismo, en la arrogancia, en la inequidad, en la injusticia, en la corrupción, en la negación de todo principio ético?
Lo entiendo como un llamado a batallar por la utopía, como la convocatoria a una vida construida entre todos, a entender que vivir en sociedad significa pensar juntos en los asuntos colectivos sin confiarlos -como dice Daniel Innerarity: “al saber de los expertos, a la furia de los fanáticos o a la burocracia administrativa…”
Tal vez el Proyecto Humanidad tenga que ver con esto…
16 respuestas a «¡A la brava!»
Ese proyecto humanidad es lo único que garantiza la política actual del desarrollo sostenible y la prevalencia de la ética.
Hola Juan. Muchas gracias por tu lectura. Sí. El Proyecto Humanidad me obsesiona.
Excelente artículo,gracias Don Alberto por esta reflexión.
Hola Luis Fernando. Gracias a ti por leer. Abrazo
Totalmente de acuerdo. El indiscutido derecho a la legítima defensa, se ha ,como viene lo dices, distorsionado hasta el punto que ya no se debería llamar la legítima defensa sino “ el legítimo uso de la violencia” que tristeza la pérdida de foco, vamos por el proyecto humanidad
Hola Juan. Sí, ese “legítimo uso de la violencia” es una falacia que se ha venido imponiendo y que solo el humanismo, pienso, será capaz de derrotar.Abrazo.
Al pueblo salvadoreño lo tienen danzando un baile facho: el bukelele.
Un asceta, un monje, un hermitaño, un eremita, un poeta –seres místicos y contemplativos– ¿son inútiles?
Piedra de sol
(fragmento)*
¿La vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida, pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos.
Hola Juan Raúl, muchas gracias por tu lectura, muchas gracias por tu comentario, muchas gracias por el fragmento de piedra de sol…
Ya se prendió la mecha de la violencia
Institucionalizada y es mejor dejarla arder hasta los cimientos
Por la historia sabemos que no durará mucho.
Buenos días Eduardo, muchas gracias por leer. El horror es que las lecciones de la historia tienden a ser ignoradas cuando no se agita el pensamiento.
Utopías de la gente que vive en Babia
Hola Eduardo, gracias por pasar por aquí, por leer y por comentar.
Definitivamente don Alberto la violencia engendra más violencia y aun así se le apuesta por todos los medios. Seguramente el proyecto humanidad es lo único que nos queda para dejar de legado… pero no es fácil hay mucho ruido….
Buenas tardes Helena. Mucha gratitud con tu lectura y comentario. Sí, hay mucho ruido y hay que actuar en medio del ruido.
Ese otro somos nosotros mismos. Si disparas contra el otro te disparas a ti. No hay otro diferente.. Compartes su estancia en la tierra, su desgracia o su alegría ya que hay momentos de silencio y oscuridad que nos igualan en la luz. Pensar en la tortura, en el infringir sufrimiento o simplemente en tratar de desaparecer, es renegar contra la sacralidad de la vida.
No a la guerra- si queremos- como decía John
Hola Juan Fernando. Me gusta muchi tu reflexión. Gracias por leer.