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El asco.

Por Alberto Morales Gutiérrez

A raíz del triunfo de Trump en las elecciones de 2016, Martha C. Nussbaum publicó su ya célebre texto “La monarquía del miedo” (Paidós 2019). Se trata de una reflexión que, en principio, pareciera tener su foco en la situación de Estados Unidos en ese momento histórico. Se centra ella, a partir del miedo, en el análisis de tres sentimientos que gravitan a lo largo y ancho de ese texto: la ira, la culpa y la envidia. No obstante, la lectura va dejando ver cómo su predicamento tiene un alcance mucho más amplio, que da cuenta de la manera como esos sentimientos y algunos otros, gravitan en todos los escenarios de la vida contemporánea.

Ahora, como el miedo es aludido en el título del libro, hace una explicación más que interesante, sustentando esa condición de ser, no solo la emoción más temprana en la vida humana, sino también la más compartida con el resto del reino animal.

Explica que sentimientos como la ira o la compasión requieren una cierta sofisticación en su proceso de elaboración y surgimiento, mientras que el miedo solo requiere tener la conciencia de un peligro que acecha. Va más allá: habla de las sensaciones “subjetivas intensas” que eventualmente acompañan al miedo, como temblar del miedo, sentir escalofríos del miedo; aunque aclara que “cada persona experimenta el miedo de manera diferente, dependiendo de su propia historia y de su carácter”.

Se refiere también a la ira y sustenta que es hija del miedo. Pero, a mi juicio, la reflexión más retadora es aquella en la que se centra en el asco motivado por el miedo. Una reflexión que es un reto para el pensamiento crítico y que quiero compartir con usted.

Es cierto que las sociedades que emergieron doce mil años atrás en la historia, en el neolítico, como producto de la entronización del modelo productivo de la agricultura, trajeron consigo procesos de marginación y subordinación. Aparecieron castas. Los nobles eran “mejores” que los campesinos, los “derechos” del rey se ubicaban por encima de los derechos de los demás.

Aún con los avances conceptuales de las democracias, lo objetivo es que el mundo de hoy arrastra – según dice ella- una “poco edificante historia de exclusión por razones de raza, género, orientación sexual, discapacidad, edad y religión”.

Y entonces, cuando llega a su reflexión sobre el asco, esclarece que, contrario al miedo, no se activa por la conciencia de un peligro, la amenaza de una mala acción que se cierna sobre nosotros, o la angustia por nuestra propia fragilidad, no. El asco no solo está revestido de cierta irracionalidad, sino que es definitivamente visceral.

Hace una salvedad: el asco no está presente en la primera infancia. Ese asco primario que nos desencadenan los excrementos, los fluidos corporales, la suciedad, la hediondez; termina siendo un asco aprendido a instancias de los mayores, pues es bien sabido que los pequeños juegan incluso con sus propias heces.

Expertos en el tema concluyen luego de sus investigaciones, que el asco es una aversión al contacto con nuestros propios fluidos, que viene motivada por un pensamiento de contaminación. Este pensamiento, si bien puede estar asociado al peligro, está asociado al rechazo “a ser aquella cosa o a tener aquella cosa asquerosa dentro de mi cuerpo”. Contaminarse, sería la palabra. Así, las obsesiones con la limpieza corporal estarían inspiradas en la aspiración íntima de no generar asco o repulsión en los demás.

Y entonces, Nussbaum esclarece que a partir de eso que ha denominado el “asco primario”, la cultura y las relaciones sociales van construyendo un “asco proyectivo” originado tal vez en la pulsión de “huir de la animalidad y de la muerte”. Una pulsión desencadenada por el antropocentrismo, la idea de ubicarnos en una escala superior a el resto de las especies vivas.

Eso explica la virtual supresión en la literatura en particular y en el arte en general, de cualquier cosa que tenga que ver con la condición de nuestros cuerpos, con nuestras secreciones, con nuestros malos olores. Esos temas son “obscenos”,repugnantes”, es preferible no hablar de eso.

Refiere cómo, en la literatura infantil, el mal está representado por figuras deformes, sucias, bestiales: las brujas, los ogros, los animales parlantes cuya fealdad horroriza. El relato que subyace es: nosotros somos limpios, somos bellos, los otros son feos, sucios, asquerosos.

El “asco proyectivo” en la sociedad, ubica entonces el asco por fuera de nosotros, lo proyecta en otros seres humanos que son “diferentes” a nosotros: subgrupos raciales, religiosos, orientaciones sexuales, discapacidades, personas mayores, los pobres en general.

El “asco proyectivo” tiene el poder de aniquilar el respeto, la equidad. Destroza todos los principios éticos y morales: asesina nuestra humanidad.

Nussbaum nos ayuda a entender cómo el miedo está en la esencia misma del asco primario, porque hay mucha angustia e impotencia al saber que esos flujos y olores que nos asquean, habitan en nosotros y eso nos parece inadmisible.

La exacerbación de la violencia tendría entonces una explicación en el hecho de que la proyección de nuestro asco hacia afuera, crece en la medida en que aumenta nuestra propia inseguridad física y la certeza de nuestra mortalidad inexorable. Casi que transitamos por la vida con la urgencia de tener en quién proyectar nuestro asco. El “asco proyectivo” es el escenario propicio para la construcción de todos los prejuicios, todos los sesgos, todos los odios, todos los miedos.

Las guerras religiosas, las cruzadas contra los inmigrantes, las “limpiezas sociales”, las “soluciones finales”, las estrategias de “exterminio racial”, son expresiones contundentes de ese “asco proyectivo” y que, debidamente ideologizado por los sectores más retardatarios de las sociedades, empieza a construir la idea de que la violencia del ser humano, su “vocación” depredadora, su “instinto” despiadado,  exige que empecemos a desconfiar de la libertad, que empecemos a pensar en la solución de un orden implacable, aunque sea injusto; un orden que sea capaz de salvarnos.

Un texto reciente de Robert D Kaplan, “Tierra baldía “RBA 2025, parece demostrarlo.

Resulta aterradora la capacidad prospectiva del neoliberalismo, la manera como se anticipa a copar todos los espacios del pensamiento, para mantener en alto la vigencia de su idea de control absoluto. Todo apunta a que su propuesta de hoy es que solo el autoritarismo logrará salvarnos. ¡Hay mucho por hacer para neutralizar el virus de esta idea siniestra!

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12 respuestas a «El asco.»

Ese asco primario lo convirtieron en PROYECTIVO; Negando al otro; con ña mentira y las difamaciones injuriosas ataques contra toda la sociedad. De ahí que lo hayan instaurado hasta en este vecindario colombiano a traves de coartar libertades y mejores posibilidades.

Es cierto Juan, no hay país o región que pueda sustraerse de los efectos devastadores del asco proyectivo. Gracias por leer y comentar.

Le cambio el adjetivo no es el asco, es el rechazo, y por ese asco o rechazo se mata se aparta se violenta se desplaza se aisla, y lo mas paradojico casi en todos los casos lo hacen usnado dogmas religiosos y posan de curas de gente de bien
la evidencia de la tergiversacion de los valores, ya no es el mas el culto, el mas inteligente, el ms honesto
ahorta se trata de viveza de la llamada malicia indigena, y que en ls redes le tomen fotos saliandod e un culto o en un buen automovil ese es el nuevo modelo de la humanidad.
en resumen u Trump un Uribe un Nethanyahu y muchos mas egolatars a todo nivel

Hola Jesus. Agradezco mucho tu opinión y tu lectura. Es crítica la presencia, cada vez más mediática, de líderes que son decididamente desastrosos.

Algunos comentaristas prefieren que nos gobiernen dioses y otros, nihilistas. Nunca nos pondremos de acuerdo pues somos humanos llenos de virtudes y al mismo tiempo de vicios y errores.

Es un escenario muy complejo Eduardo. Estos temas perceptuales reafirman la hipótesis de que el mundo es como cada quien lo mira.

El asco como mecanismo de defensa me parece aceptable y primer recurso de respuesta a un exceso de poder y de arrogancia….
La intoxicación por poder es la premisa de hoy, incluso la intoxicación por exceso de recurso es el ideal sin pausa a alcanzar y frente a eso tambien se siente asco…
La democracia da asco porque esta civilizacion mo entendió que ese sistema se diseñó para una selecta minoría que nadaba en recursos mientras los sirvientes y esclavos vivían ahí abajo en plaka…
Si ese barrio donde vivía la gran mayoría al servicio de los de la acrópolis…!!!
Esos tambien daban asco…!! Olian a estiercol y a guiso…como hoy todavía con sus suvlákis y buzúkias…y oúzo y delicioso retzína…!

Eduardo Hola. Creo que “intoxicación” es una síntesis adecuada de esa voracidad infinita, insaciable.

Los impulsores del neoliberalismo saben que solo el autoritarismo es su fundamento para reafirmar concientemente en el capitalista, y a través del miedo e inconscientemente en las clases populares de que sus políticas de mercado son incluyentes y
democráticas. Generan los medios de comunicación caos conceptuales que, permiten dispersar la atención y el análisis juicioso de los hechos económicos que agrandan las brechas, llegando incluso a pensarse por el vulgo y el pueblo elector que, el explotador y que quienes los han perjudicado, cuando se presentan como salvadores hay que volverlos a elegir.

Jose agradezco mucho tu comentario y tu lectura. Son múltiples los recursos, trapisondas y herramientas de engaño, los que utiliza el neoliberalismo para entronizarse.

La verdad es que no es fácil escapar al asco o repulsión que generan ciertos seres humanos. Yo, por ejemplo, y así sea lamentable, no puedo escapar al infinito asco que me producen Álvaro Uribe, Mafe Cabal, Miguel Uribe, César Gaviria, Vargas Lleras, Trump, Netanyahu, Milei…y muchísimos personajes más que considero absolutamente nefastos para la humanidad; “náuseas me producen, bascas me suscitan, gelasmo me ocasionan”.

Edgar muchas gracias por leer y aportar. León de Greiff que te inspira hoy, parece responder a estas angustias contemporáneas…”con rumbo al precipicio y a la nada hipotética/ pero iremos impávidos, ecuánimes, serenos/ diciendo la parábola desdeñosa y estética/ ¡todo no vale nada, si el resto vale menos!”

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