Todo termina convirtiéndose en una charada descomunal. Eso, que llamábamos la estructura teórica sobre la que se funda el acto revolucionario, degeneró en consigna, se convirtió en un grito sordo. José Ortega y Gasset concluye que el ocaso de las revoluciones ocurre cuando las ideas dejan de ser un factor histórico primario. Mire usted que “ideología”, se ha venido convirtiendo en una palabra vedada.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Tengo amigos entrañables, informados, cultos, inteligentes, que están francamente entusiasmados con el gobierno de Gustavo Petro. Se refieren a él en términos muy elogiosos y aplauden cada uno de sus actos con una emoción verdadera. No dudo que resienten mis posiciones críticas con el personaje, pero tal divergencia no ha minado la amistad que nos une. Hemos sabido gestionar y sobrevivir a las diferencias.
Hay, dentro de esos amigos, algunos que, en nuestras épocas de universitarios, militaron en movimientos de izquierda y se hicieron adultos cultivando un pensamiento de demócratas y progresistas. Lo hicieron con convicción. No tengo ninguna duda.
Toda esta introducción tiene que ver con el hecho de que encontré un texto de José Ortega y Gasset que tiene un título muy sugestivo: “El Ocaso de las Revoluciones” que, me parece a mí, explica esas percepciones diversas que surgen del análisis que hacen observadores diferentes, de una misma situación.
Mire qué cosa interesante plantea este filósofo: que, para definir una época, no basta con saber lo que en ella se ha hecho, es necesario saber igualmente qué no ha hecho. Su premisa es que “definir es excluir”. Apela a Nietzsche para afirmar que influye más en nosotros lo que no nos pasa que lo que nos pasa. Parece enredado, pero no lo es. Nos dice, muy didáctico, que “una época es un repertorio de tendencias positivas y negativas, es un sistema de agudezas y clarividencias, unido a un sistema de torpezas y cegueras”.
Tiene una idea clara en el sentido de que no todo proceso de violencia contra el poder público es una revolución. Me parece entenderlo desde lo que el término significa etimológica y científicamente. Revolución: una vuelta, un cambio profundo que supone la superación de etapas, un salto adelante.
Creo que tiene la razón. Nadie podría asumir como un proceso revolucionario lo vivido en Nicaragua, conociendo hoy los desafueros que ha protagonizado Ortega desde cuando su movimiento triunfó. Tampoco hubo revolución alguna en la Venezuela de Chávez y Maduro, para no citar sino dos ejemplos.
Nos insta a buscar otro nombre para este tipo de procesos que, también es cierto, son procesos esencialmente distintos a los que pertenecen la revolución inglesa del siglo XVII, las cuatro francesas del XVIII y XIX “y en general, toda la vida pública de Europa entre 1750 y 1900”
Aún a riesgo de que el texto fue publicado en 1923, su conclusión es provocadora: “Los mismos motivos que inducen a pensar que en Europa no habrá ya revoluciones, obligan a creer que en América no las ha habido todavía”.
Y entonces entrega un ejemplo que es decisivo para entender la intención de esta columna. Dice que cuando se rebela el hombre medieval, lo hace contra los abusos de los señores feudales. En cambio, el revolucionario no se rebela contra los abusos sino contra los usos. La revolución, decía Dantón, está hecha en la cabeza antes de comenzar en las calles. Es un tema conceptual que no necesariamente liga la subversión a la depresión social y la miseria. De hecho, la revolución francesa se da en un contexto “en el que esa nación gozaba de más riqueza y mejor justicia que en los tiempos de Luis XIV”. Sí, la revolución es un tema ideológico.
Recientemente, el también filósofo español Daniel Innerarity, hace una reflexión sobre “la libertad democrática” y llama la atención sobre la manera como la derecha ha evolucionado en su discurso y, de ser la defensora del orden, la tradición y la estabilidad, se ha convertido en la gran abanderada de “la libertad”, y la defienden como “una propiedad meramente individual”. Es a la derecha a la que le interesa que podamos hacer lo que nos dé la gana, sin importar las consecuencias. Recuerde usted a los hombres armados que, instigados por Trump, irrumpieron en el capitolio para imponer su verdad.
En términos ideológicos, la izquierda de los países de América Latina, espoleados y envilecidos por los desafueros de los Estados Unidos, condenados al atraso, tratados con la lógica de ser su patio trasero; han hecho de la soberanía y la independencia nacional, el gran marco conceptual e ideológico de sus narrativas libertarias. No hay ninguna razón hoy para pensar que esa espoliación, que esos desafueros, que su injerencia sobre las decisiones económicas, políticas y sociales de estos países; haya tenido modificación alguna.
Y, de repente, ese aspecto esencial de la dependencia, ya no hace parte de la discusión de quienes dicen ser de izquierda y progresistas. Amplios sectores de la opinión pública asumen que el gobierno de Gustavo Petro es un gobierno de “izquierda” al que no están dejándole hacer las transformaciones “revolucionarias” que pretende, y asumen todos sus discursos, sus acciones, sus “torpezas y cegueras”, como unas “movidas” estratégicas trascendentales que nosotros, los que no estamos a su nivel, somos incapaces de entender.
El gobierno de los Estados Unidos lo apoya y el petrismo interpreta este apoyo como una prueba de su genialidad. En consecuencia, las organizaciones mundiales concebidas para vigilar, impulsar y amaestrar en torno a la visión neoliberal que favorece al capital financiero internacional, se han pronunciado. El BID lo aplaude y los petristas afirman, excitados, que esa es una demostración de que está haciendo las cosas bien. El Fondo Monetario Internacional FMI, certifica las “bondades” de las reformas, especialmente la tributaria, y entonces el petrismo entra en paroxismo, mientras, de contera, ve con muy buenos ojos que el nivel de endeudamiento crezca y se pague religiosamente cada cuota a la banca internacional. El grito es unánime: ¡estamos haciendo la revolución!, ¡déjennos hacer la revolución!
¿Alianzas extrañas con los campeones de la corrupción?, ¿contratos adjudicados a los protagonistas siniestros que se han lucrado desde siempre, como el fatídico Euclides Torres?, ¿escándalos y abusos inconfesables? Es válido compañero, son concesiones que hay que aceptar, porque estamos haciendo la revolución.
Todo termina convirtiéndose en una charada descomunal. Eso, que llamábamos la estructura teórica sobre la que se funda el acto revolucionario, degeneró en consigna, se convirtió en un grito sordo. José Ortega y Gasset concluye que el ocaso de las revoluciones ocurre cuando las ideas dejan de ser un factor histórico primario. Mire usted que “ideología” se ha venido convirtiendo en una palabra vedada.
El concepto que arropaba a la condición de ser de izquierda ha perdido su sentido, la revolución se ha desdibujado. Hay que volver a empezar…
22 respuestas a «Las revoluciones que nunca fueron…»
Buena precisión conceptual. Para no comer cuentos ni consignas oportunistas con esas charadas obsoletas
Hola Juan. Agradeo mucho tu lectura y comentario.
Hola Juan. Agradezco mucho tu lectura y comentario.
Parece que Venezuela, Cuba y Nicaragua son iguales a la Colombia mansa y obsequiosa del imperialismo yanqui. Pues si estos pueblos y sus gobernantes no ofenden al imperio más criminal de la historia. Pues apague y vámonos. Los opositores de estos países le piden al imperialismo yanqui que bloquee y que derroque a sus presidentes legítimos. Si un pueblo no ofende a un poder como al de los gringos, entonces para qué diablos se hacen las revoluciones.
Hola Wilmar, respeto pero no comparto, tu admiración por Venezuela y Nicaragua.
Admiro a esos pueblos porque luchan contra un imperio criminal.
En últimas, la revolución que usted pide es la que debe ser complaciente con la OEA, la OTAN, la Unión Europea, USA y las corporaciones mediáticas. Lo que siempre propone el centro.
Wilmar, agradezco mucho tu lectura y comentario. Si vuelves a leer, apreciarás que no hago ninguna referencia a la OEA,la OTAN, La Unión Europea. Hago referencia expresa a los Estados Unidos, al Banco Interamericano de Desarrollo, al Fondo Monetario Internacional, el país y los organismos que, junto con el Banco Mundial, entronizan la catástrofe neoliberal. País y organismos que han aplaudido al gobierno de cambio y sus acciones. Creo, con tod respeto, que la complacencia transita por otros lados.
Por eso, es que eludimos el ataque de las potencias a las naciones que reivindican la soberanía nacional. Y obviamos las manifestaciones violentas de los opositores, quienes fungen de demócratas lanzando bombas y pidiendo el intervencionismo yanqui.
Por eso, es que eludimos el ataque de las potencias a las naciones que reivindican la soberanía nacional. Y obviamos las manifestaciones violentas de los opositores, quienes fungen de demócratas lanzando bombas y pidiendo el intervencionismo yanqui. Gracias.
Muchas gracias por tu comentario Wilmar. Bueno conocer los argumentos de cada mirada.
Solo opiniones nada de ‘cómo hacer’ o de ‘cómo es el deber ser’
Hola Olmedo. Muchas gracias por leer y comentar. Qué pena contigo. No tengo una solución exacta salvo reivindicar la importancia de la ideología, convocar a no dejarnos manipular por la derecha y apelar al ejercicio del pensamiento. Tienes toda la razón. Es una opinión.
En cierto sentido algunos que hablan de revoluciones son manipulados por la derecha. La solución exacta es luchar por la defensa de la soberanía nacional. Sin ese principio fundamental no podrá haber revolución.
Excelente columna. Es una tergiversación de lo que significa una verdadera revolución. Solo buscan enriquecerse ellos y todo su entorno. Lo poco que intentan ejecutar,lo hacen mal y gobiernan con corruptos igual que ellos. Con criminales y cambian,acomodan todo para su beneficio. Generan división entre los que generan empleo y las clases menos favorecidas,es decir,ricos y pobres,negros y blancos,etnias indígenas y negritudes o afrodescendientes. Buscan el caos y la anarquía y si no les aprueban todo,pues dicen que no los dejan gobernar y los quieren TUMBAR con un golpe blando y utilizan al ” Pueblo” como palabra mágica para utilizarlos.
Hola Guillermo. Muchas gracias por leer y comentar.
El rebelde, patalea grita y no acepta. El revolucionario trata de generar un cambio.
Las potencias necesitan a Colombia en paz, para establecerse y obtener recursos como el agua, los metales requeridos y el oxígeno para sobrevivir a los efectos de la crisis climática los ronda.
El presidente se la juega por los más pobres y por la preservación del país en términos de un CAPITALISMO CON SENTIDO SOCIAL. La revolución es basicamente espiritual, en un lenguaje de amor. Reconocimiento del Otro, tratando desechar todas esas emociones tristes que menciona MGV en sus textos:
Complejo de Hpta
Conciencia esclavista cristiano céntrica mal entendida
Misogínia
Racismo
Corrupción perfumada susceptible de perdón
Lambonería hacia al poder hegemónico
Etc
Intentar es gozar haciendo.
Si el deseo de dar en el blanco es mayor que el disfrute de haber disparado y gozar con la trayectoria de la flecha, no se hace nada, solo sufrir.
Alberto
LO QUE TENEMOS, NO ES.
Hola Juan Fernando. Agradezco mucho tu comentario y tu lectura.
Este artículo me remitió a “Revuelta, revolución, rebelión” –un breve ensayo de Octavio Paz que forma parte de su libro “Corriente alterna”–, donde el nobel mexicano comenta: “…Ortega y Gasset hizo una distinción muy aguda, aunque tal vez no muy cierta, entre el revolucionario y el reformista: el primero quiere cambiar los usos; el segundo corregir los abusos. Si fuese así, el reformista sería un rebelde que ha sentado cabeza, un satán que desea colaborar con los poderes constituidos. Digo esto porque el rebelde, a diferencia del revolucionario, no pone en entredicho la totalidad del orden. El rebelde ataca al tirano; el revolucionario a la tiranía. Admito que hay rebeldes que juzgan tiránicos a todos los gobiernos; no es menos cierto que condenan el abuso, no el poder mismo; en cambio, para los revolucionarios el mal no reside en los excesos del orden constituido sino en el orden mismo. La diferencia, me parece considerable. A mi juicio las semejanzas entre el revolucionario y el reformista son mayores que aquello que los separa. Los dos son intelectuales, los dos creen en el progreso, los dos rechazan al mito: su creencia en la razón es inquebrantable. El reformista es un revolucionario que ha escogido el camino de la evolución y no el de la violencia. Sus métodos son distintos, no sus objetivos: también el reformista se propone cambiar los usos. Uno es partidario del salto; el otro del paso. Ambos creen en la historia como proceso lineal y marcha hacia adelante. Hijos de la burguesía, los dos son modernos…”.
Hola Juan Raúl. Muy interesante e inteligente tu reflexión. Muchas gracias por leer.
El fantasma del proceso venezolano está presente en todos los escenarios del debate político latinoamericano y genera temor, particularmente en Colombia, en todos los estratos y capas sociales: desde el vendedor ambulante, pasando por el taxista, clase media hasta lo más encumbrado de la sociedad y lo grave es que Petro en vez de marcar diferencia se asemeja cada días más a su camarada Maduro. Hoy propone una ANC sin el mayor análisis del espectro político que lo rodea., no se detiene a mirar que la correlación de fuerzas no le favorecen. Las continuas salidas en falso de sus aliados, amigos y familiares,el accionar delincuencial de las guerrillas, la corrupción en la contratación publica por parte de miembros de su gobierno han hecho que se pierda terreno en e los debates con la derecha. En mi concepto una ANC, es un salto vacío, una acción suicida.! Recordemos el referendum de Santos sobre los Acuerdos de La Habana, el pueblo dijo NO. Igual puede suceder con la ANC. La gente teme a caer en lo mismo de Venezuela. Ahora, respecto a los postulados marxista, al dogma y a la doctrina, Petro es un liberal de izquierda más cercano a Gaitan o Alfonso Pumajero que a Lenin. Petro no es marxista. Petro es un rebelde como para acoger lo expuesto en su columna, doctor Morales.
Fernando, agradezco mucho tu lectura y comentario. Valiosas tus considerciones.