Natalia Gaviria: “inspirar y conectar” a la U de A

Me genera una gran empatía la hoja de vida y programa de la profesora Natalia Gaviria Gómez. Se aprecian en ella las condiciones excepcionales heredadas de su padre, el inolvidable Carlos Gaviria Diaz: su inteligencia, su solvencia intelectual y ética.

Por Alberto Morales Gutiérrez

Hace apenas tres semanas, reflexionando aquí sobre los ataques a la universidad pública, caí en la trampa del eurocentrismo. Hice una afirmación equivocada: que las primeras universidades habían surgido hacia el siglo XI de nuestra era y hablé de las universidades de París, de Bolonia y de Oxford como las pioneras ¡No es cierto! Me apena con usted haber incurrido en ese error. Escarbando en la búsqueda de nuevas referencias, acabo de aprender que la universidad más antigua de la que se tenga registro, es la Escuela Superior Imperial de Shang Hsiang en China, cuyo origen se remonta al 2257 a.C. Aprendí también que la actual Universidad de Nankin, también en China, es la más antigua existente hoy, pues fue creada en el año 258 de nuestra era con el nombre de Academia Central Imperial de Nanking.

En el siglo VII a. C. fue creada en Taxila (Pakistán) la Universidad de Takshashila y en la India, en el siglo V a.C. surgió la Universidad de Nalanda en Bhijar. Ambas entregaban títulos académicos.

Me emocionó conocer el poder inconmensurable del ejercicio del pensamiento que subyace en la educación, al enterarme, por ejemplo, que durante los siglos IV y V funcionaron las famosas escuelas de Edesa y Nísibis fundadas por cristianos nestorianos que estaban dedicados a la exégesis bíblica. El sectarismo “ancestral” de los cristianos doctrinarios, logró que los expulsaran del imperio bizantino y “liderados por Nestorio, patriarca de Jerusalén, se trasladaron a Persia, en donde fueron muy bien recibidos y pudieron establecer la Escuela de Medicina de Gondishapur que se hizo famosa en todo el mundo.

Regresé a este tema de las universidades, a propósito de las elecciones para escoger a quien dirigirá la rectoría de la Universidad de Antioquia para el período 2024-2027, porque considero que es un asunto mayor. Pasado mañana, martes 12 de marzo, se hará la consulta electrónica.

La responsabilidad de los profesores, estudiantes, egresados, personal no docente y jubilados es enorme. Se trata, además, de ejercer con su voto la autonomía universitaria y reafirmar el imperativo de la defensa de la universidad pública, que se ahoga hoy en la desfinanciación intencional, impulsada por el neoliberalismo a nivel global.

Tirios y troyanos reconocen hoy que ese derecho universal a recibir educación gratuita y de alta calidad que vociferan todos los gobernantes, es, en la práctica, letra muerta. Resulta patético el periplo que recorren esos 450.000 colombianos que terminan su bachillerato cada año, la mayoría de los cuales pertenecen a las familias más empobrecidas de nuestro país, que no tienen la más mínima posibilidad de acceder a la educación universitaria.

La conspiración presupuestal contra la universidad pública tomó forma jurídica con la Ley 30 de 1992, en la que “se ató el crecimiento de los presupuestos de las universidades al índice de precios al consumidor”. ¡Un exabrupto!

La profesora Salomé Burbano Delgadillo, investigadora del Centro de Pensamiento en Políticas Públicas de Educación Superior, adscrito a la Universidad Nacional, publicó a finales de 2022 un dato relevante: “actualmente el conjunto de las 33 universidades públicas que integran el Sistema Universitario Estatal (SUE) tiene un desfinanciamiento estructural que se acerca a los 18 billones de pesos”.

Es inocultable la indolencia. No sin razón, una de las afirmaciones del documento de la profesora Burbano, reafirma la idea de esa conspiración contra la universidad pública: “las asignaciones presupuestales insuficientes para las universidades –convertidas casi en una política estatal– han promovido a su vez la privatización de la educación superior…”

La idea de una educación universitaria en la que los egresados estén en capacidad de realizar lecturas holísticas y complejas de los contextos sociales; capaces de crear estrategias y soluciones; capaces de investigar , de publicar en revistas indexadas, de ingresar a posgrados, de abordar retos, de ejercer el pensamiento crítico; es una aspiración antigua de quienes soñamos con la universidad liberal.

En esta perspectiva, esas elecciones para la rectoría merecen toda la atención.

Me genera una gran empatía la hoja de vida y programa de la profesora Natalia Gaviria Gómez. Se aprecian en ella las condiciones excepcionales heredadas de su padre, el inolvidable Carlos Gaviria Diaz: su inteligencia, su solvencia intelectual y ética.

Su análisis de la información financiera de la universidad, la ubicación de los Fondos Generales como uno de los problemas principales “en los que cada año se genera un déficit que se acumula con el déficit ya existente de los años anteriores”; el detectar como “no conveniente” el uso parcial de los Fondos Patrimoniales; la manera de presentar cada uno de los componentes de su programa con propósitos y metas claras, y su construcción de un leit motiv que gira en torno a los conceptos de “inspirar y conectar” para construir futuro, integran, a mi juicio, un círculo virtuoso.

Pero lo que más me persuade de sus capacidades para ser elegida es su formación como ingeniera electrónica , no solo por el nivel de exigencia que esta área del conocimiento comporta, sino por sus impactos en la disciplina del análisis, de las conexiones y sinergias con otras áreas del saber.

Su periplo profesional parece concebido para formar a la mejor rectora: docente, investigadora, coordinadora académica de doctorados y maestrías; una decanatura y una dirección científica por encargo; participación en macroproyectos estratégicos asociados a sostenibilidad energética o alianzas con el sector privado; actividades de internacionalización; redes de datos y sistemas de cómputo; inteligencia artificial, e incluso plataformas de agricultura inteligente, dan cuenta de su visión holística, de los contextos sociales que ha tenido en cuenta, y también de su vocación humanística.

Me pongo a imaginar el hecho de que sea precisamente una mujer quien sea elegida como rectora de la Universidad de Antioquia y no puedo menos que pensar en Ariadna, la princesa cretense hija de Minos y Pasífae y su formidable historia con Teseo. Ocurre que este último fue enviado a la isla de Creta para acabar con el minotauro que se encontraba encerrado en un laberinto. Al llegar, se enamoró de Ariadna a quien le pidió ayuda para regresar con ella a Atenas después de cumplir su cometido. Ariadna, muy inteligente concibió un truco para que Teseo pudiera salir del laberinto: se amarraría un hilo mientras transitaba por entre el entramado de caminos que ofrecía ese atolladero, de manera tal que de regreso, le bastaba con seguir el hilo, como en efecto hizo luego de matar al minotauro.

Pienso que Natalia Gaviria tiene el hilo.