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Alex Flórez y el club de los zafios…

Una vez conocido el incidente, los amigos de la barra empezaron a gritar de manera solidaria. Su compañero jefe lo hizo incluso con una explicación precisa: “los que esperan que deje solo a Alex en este momento no me conocen. Fuerza Alex #CreoEnAlex”. Sí, todos ellos creen en lo que Alex hace y en lo que Alex dice.

Por Alberto Morales Gutiérrez

A decir verdad, la tosquedad y la patanería no han sido ajenas a los pasillos del poder. Hay registros históricos, muy lejanos en el tiempo, que dan cuenta de la vulgaridad y ordinariez exhibidas por muchas personalidades públicas. Se editó recientemente un libro que desvela, por ejemplo, la condición de “tirano y zafio” que anidaba en Federico el Grande, ese “monarca absoluto del despotismo ilustrado” que, según lo demuestra José Ignacio Ruiz Rodríguez, era “psíquicamente complicado, tirano, megalómano, hombre odioso y zafio”. Todo apunta a que esa imagen gloriosa construida por la historiografía romántica, ocultó por años la naturaleza antipática de ese narcisista enfermo, que hizo del desprecio por los demás su sello significativo.

Más recientemente, los ingleses se la jugaron por Boris Johnson y lo revistieron de la dignidad de primer ministro. Un personaje absolutamente impresentable, desaliñado, fantoche, borrachín, marrullero. Un patán en el más estricto sentido de la palabra. Se ha dicho que su elección obedece a que “una gran parte de la sociedad británica decidió suicidarse como nación”.

Acaba de ser reemplazado en su cargo, del que tuvo que dimitir luego de tres años al mando. Hay consenso en el sentido de que los desastres ocasionados por el personaje son de dimensiones enormes.

Los zafios le han hecho mucho daño a la política, han envilecido el debate parlamentario porque son incapaces de contrastar ideas, de deliberar. Solo entienden la mecánica del grito, la técnica del abucheo, el recurso del insulto.

Los zafios son adictos a la bronca y, como es propio de las manadas, tienen un gran espíritu de cuerpo. “¡Lo que es con él, es conmigo!”  configura el leit motiv que los inspira.

Por estos lados, un zafio de siete suelas es el señor Alex Flórez Hernández. Sí, el borrachito altanero que se hizo tristemente notable por el escándalo protagonizado a la entrada de un hotel en Cartagena, en donde pretendía ingresar acompañado de una joven que le había ofrecido servicios sexuales. Asumía, en su condición de senador de la República por el Pacto Histórico, que para él no existían reglas.

Una vez conocido el incidente, los amigos de la barra empezaron a gritar de manera solidaria. Su compañero jefe lo hizo incluso con una explicación precisa: “los que esperan que deje solo a Alex en este momento no me conocen. Fuerza Alex #CreoEnAlex”. Sí, todos ellos creen en lo que Alex hace y en lo que Alex dice.

Y, envalentonado con la solidaridad del club de los zafios, Alex se despachó en la radio. Explicó, sin que le temblara la voz, que a él lo eligieron para “hacer las leyes y no para comportarse como un ejemplo nacional”. Sospechando que tal vez por nuestras limitadas inteligencias, podríamos no entender, reiteró que “el hecho de que yo sea funcionario público no quiere decir que tienen derecho a tocar los temas que competen a mi vida”. Dejó claro que no se iba a disculpar de nada (¡Creo en Alex! ¡Creo en Alex!, resonaba elegremente en su cabeza) porque lo sucedido es “algo que corresponde a la naturaleza de cada uno” y les recomendó muy seriamente a los periodistas que “mantengamos este asunto en el ámbito de la política. Yo no voy a renunciar a mi humanidad por el hecho de ser senador”.

¡Creo en Alex! ¡Creo en Alex!, seguía gritando la barra. Y entonces empezó a emerger, por entre los laberintos de la memoria colectiva, que el zafio de Alex Flórez Hernández, en sano juicio, había protagonizado otro escándalo en la campaña electoral (en marzo del 2022) cuando pretendió bajar a codazos a Susana Boreal, para hacerse más visible en la tarima, al lado del entonces candidato a la presidencia Gustavo Petro. (Ya se habrá enterado usted que en el corazón de cada zafio habita un lagarto de gran dimensión). Y la memoria colectiva dio cuenta de que, también en sano juicio, se vio obligado a renunciar al Concejo de Medellín en diciembre de 2021, cuando se demostró sin el más mínimo asomo de duda, que estaba inhabilitado para ocupar esa curul toda vez que había sido contratista del Tecnológico de Antioquia (sí, todo zafio es un vivo). No se sabe cuál era realmente su estado cuando en febrero del 2021 golpeó a su expareja, porque ella se negaba a abortar. Alex Flórez Hernández es una joya sin lugar a equivocación alguna. Hubo quienes recordaron sus argucias tratando de obtener el título de abogado, a la manera contundente en que lo hacen los zafios (recuerde usted las lecciones del tristemente célebre Julián Bedoya), y se hicieron inocultables los recuerdos de las estrelladas insignes de vehículos oficiales que Alex conducía borracho y cuyas culpas asumían otros para salvarlo. ¡El zafio unido, jamás será vencido!

Y entonces, ocurrió un “milagro”. El patán de marras fue invadido por el arrepentimiento y decidió confesarse: que qué pena, que estaba muy enfermo, que había tocado fondo, que el alcohol estaba destruyendo su vida y sus relaciones. Entonces, de igual manera, la barra brava cambió el tono. “Para eso estamos”, debieron haberle dicho. O tal vez alguien previno que las acciones de este zafio incorregible no tenían presentación. De nuevo, su compañero jefe se expresó: “Comportamiento de mi amigo Alex Flórez es decepcionante. No debe volver a ocurrir” y a renglón seguido, en un tono mayestático: “creo en él y en su futuro. Pero en especial en su lucha contra la corrupción y su valor para denunciar los falsos positivos a manos de la fuerza pública. Todos debemos ser ejemplo”. No, no hubo numeral “CreoEnAlex”, no era necesario; la profesión de fe en Alex, en su valor y en sus capacidades, ya estaba establecida. Más aún, la profesión de fe en su impunidad y en su brillante futuro estaba también decretada.

Horas después un abrazo solidario en otro trino: He acompañado a Alex con consejo en su drama. No es diferente al de miles de colombianos que luchan contra el alcohol sabiendo lo que les cuesta”.

Y ahí van, de salto en salto. Se les olvida que aunque el zafio se vista de seda, zafio se queda.

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12 respuestas a «Alex Flórez y el club de los zafios…»

Gracias Luis Felipe, por leer. Es cierto. Existe el riesgo de que pase agachado. Vaya uno a saber qué es lo que sabe, que lo cuidan tanto…

Preocupa los silencios de un buen número de colombianos que, silenciosamente, se identifican con el comportamiento de zafios porque actúan como tal en sus submundos: en la familia, entre los amigos, etc. Prueba ello son los altos índices de alcoholismo, riñas y violencia familiar. Tenazzzz querido Alberto. Gracias por tus reflexiones…

Don Alberto yo pregunto será el único no creo hay que empezar por el señor petro otro alcohólico y muchos más del pacto histórico y sabremos cuántos ministros está por el mismo estilo ZAFIOS

Hola William, gracias por leer. No, no creo que Alex sea el único zafio, los hay por toneladas. Solo que hoy hablé de Alex en particular, por lo reciente de los hechos.

La vulgaridad de la clase política no tiene límites. Pobre país. Que excelente descripción de todo este episodio

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