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La estupidez montada en un caballo

No es extraño, entonces, el actuar del señor Alirio Barrera. Este senador del Centro Democrático reafirma la bárbara creencia de la “superioridad”, en la que se instaló la cultura traqueta en la década de los 80 …

Por Alberto Morales Gutiérrez

El pasado martes 27 de septiembre, un tal Alirio Barrera decidió entrar al edificio del Congreso de la República montado en su caballo, reafirmando un axioma construido a lo largo de la historia: cualquiera sea la imbecilidad que protagonice el jinete, el caballo nunca tiene la culpa.

Quienes ingresan a “la cueva de Ekain”, allá en el país Vasco, se conmueven con el espectáculo de esas pinturas rupestres cuya antigüedad se remonta a los 14.000 años a.C y que, en su inmensa mayoría, están dedicadas a registrar imágenes de caballos. Es el hallazgo gráfico más remoto de estos equinos, que se ven ahí, imponentes y robustos, pastando en manadas.

También se pueden apreciar caballos en los jeroglíficos egipcios.

Los Aedos y rapsodas de la antigua Grecia, recitaban desde los primeros tiempos odas al caballo y, de hecho, este noble animal transita a lo largo y ancho de la Ilíada de Homero, convertido incluso en símbolo a través de todo lo que representa “el caballo de Troya”.

En el “Cantar del Mio Cid” es también protagonista y, a partir de ese poema memorable, el caballo adquiere dimensiones épicas en las novelas medievales de caballería. La literatura se ha encargado de hacerles homenajes, de manera tal que hay nombres de caballos que se han convertido por sí mismos, en definiciones de virtudes como la nobleza, el coraje, la lealtad. Los hay de todos los tipos. Recuerde usted a “Rocinante”, a “Babieca”, a “Pegaso”. Y hay caballos de la vida real que se han ganado un puesto en la historia: “Bucéfalo”,Palomo”,Lazlos”. Las novelas góticas y las inefables novelas de vaqueros nos estremecían con sus aventuras extraordinarias, con su inteligencia. Nos hemos enterado de sus habilidades a través de las películas y las series de televisión, desde las épocas remotas de “Mr Ed, el caballo que habla”.

Pero hay más. Un fascinante trabajo del doctor en Estudios del Mundo Antiguo, Víctor Tirador García, analiza la figura y simbología del caballo como emblema social para las élites aristocráticas de la Hispania indueuropea. Aunque, de igual manera, otros investigadores han tratado el tema, este estudio en particular lo aborda con un enfoque en otras fuentes adicionales como las arqueológicas e iconográficas, lo que le permite aportar más elementos de juicio a la relación caballo- poder. Y entonces aparecen los “équites” que en las antiguas Galias constituían la élite y eran los únicos que tenían el derecho a poseer caballos.

Afirma en efecto que, desde que el caballo fue domesticado, su posesión ha estado vinculada a las clases dirigentes en todo el Mediterráneo Antiguo, antes incluso de la propia monta del animal, “como podemos verlo en el uso de los carros de combate”.

Destaca que, especialmente desde la Edad del Bronce, el caballo aparece vinculado a las actividades de la aristocracia, como la caza y la guerra. Y que esa fuerza y esa nobleza del animal fue perversamente birlada por los dueños del poder, para convertirlas en características asimiladas por las élites y que, según ellas, las definen.

Aporta Tirador García una perspectiva psicológica: “el efecto que causa un jinete sobre el resto de personas, al encontrarse en un punto de vista superior desde su montura”.

Y entonces, como para la imbecilidad no hay límites, hubo gente que se quedó atrapada en esa creencia.

¿Ha observado usted los mismos síntomas, en el comportamiento altanero de algunos ganaderos despóticos?

No es extraño entonces el actuar del señor Alirio Barrera. Este senador del Centro Democrático reafirma la bárbara creencia de la “superioridad”, en la que se instaló la cultura traqueta en la década de los 80 y que le permitió, incluso, permear los gremios de los caballistas y de los ganaderos, para contagiar a mucha gente con ese predicamento que los identifica: “mi revolver es más grande que el tuyo”, “mi carro es más grande que el tuyo”, “usted no sabe quién soy yo”, “¿cuánto tienes, cuánto vales?”, “por la plata baila el perro”.

Y se va usted a averiguar quién es el señor Alirio Barrera, y ya todo se clarifica.

Es el subcampeón mundial de “coleo”, un deporte que se practica mucho en los Llanos Orientales y que consiste en derribar un toro a caballo (también puede hacerlo a pie) jalándolo por la cola. ¡Pura fuerza bruta!

Alcanzó gran prestigio local como domador de caballos y entabló una muy buena amistad con Tomás Uribe quien lo acercó a su padre, Álvaro Uribe Vélez. Este último reconoció en Barrera a un entrenador sobresaliente y, con fundamento en las calificaciones de esa habilidad, lo introdujo en la política. Un respaldo que le ha dado para todo: ser gobernador del Casanare, senador de la República e incluso, pre-candidato presidencial del partido del señor Uribe. Un “buen muchacho” como quien dice.

Aunque no terminó sus estudios primarios, su hoja de vida es impresionante. Tiene 45 años y, al parecer, gran sentido de la superación. Nació en un barrio de invasión, vendió chance, vendió periódicos, se le vio dedicado a la crianza de cerdos, trabajó en talleres de bicicletas y, de repente, se convirtió en un cacique político y aprendió todas las mañas de sus mentores. Con una auténtica pasión nepótica,  instaló a los suyos en diferentes cargos de esa gobernación (Amanda Rocío González, Alirio Martínez, Albadonia González, Nay Epimenio González, entre muchos otros).

El clan de los Barrera sí sabe seleccionar sus buenas compañías: el portal Las2orillas resalta a los también militantes del Centro Democrático “Nelson Mariño (destituido y condenado exgobernador de Casanare) y Jhon Jairo Torres (Jhon Calzones, destituido e investigado exalcalde de Yopal, quien cuenta con líos judiciales por lavado de activos y urbanización ilegal)”

Todo esto para concluir que no debe sorprender a nadie un patán como Alirio Barrera entrando a caballo a la sede del Congreso, con el burdo argumento de que ya se ha permitido llevar las mascotas.

Otra “jugadita” que debe sumarse al listado gigantesco de trapisondas que estilan todos ellos.

Lo importante es esclarecer que “Pasaporte ” (así se llama el caballo) no tiene la más mínima culpa.

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6 respuestas a «La estupidez montada en un caballo»

Alirio Barrera es un gran llanero que nos representa a cabalidad ante las altas autoridades a sido criticado en un periódico ,eso no le quita nada y más bien afirma nuestra cultura.

Gracias Pedro Nel por leer. Tengo un pensamiento diferente al tuyo. Creo que los llaneros son mucho más que un personaje como Alirio. Creo que sus valores, su coraje, su historia, merecen respeto.

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